Lo amoral, inmoral y la desmoralización en el hombre, más que ser
una mera antítesis conceptual de lo considerado como propiamente
“moral”, se convierte en un abandono de la posibilidad de llegar a ser
cada vez más humano, es decir, más justo, honesto, libre, racional, y
todo aquello que, de acuerdo con la moral como contenido, constituye
lo estrictamente humano.
Esto último es precisamente lo que
nos quiere decir José Ortega y Gasset,
cuando señala que la vida humana consiste,
fundamentalmente, en tarea y quehacer.
Para este filósofo español, decir que
el hombre es “moral” es un pleonasmo,
una mera tautología.
Me irrita
porque en su uso y abuso tradicionales
se entiende por moral no sé que añadido
de ornamento puesto a la vida y ser de
un hombre o de un pueblo. Por eso yo
prefiero que el lector lo entienda por lo
que significa, no en la contraposición
moral-inmoral, sino en el sentido que
adquiere cuando de alguien se dice que
está desmoralizado.
Entonces se advierte que la moral no es un
performance suplementaria y lujosa que el hombre añade a su ser
para obtener un premio, sino que es el ser mismo del hombre cuando
está en su propio quicio y vital eficacia.
Un hombre desmoralizado
es simplemente un hombre que no está en posesión de sí mismo,
que está fuera de su radical autenticidad y por ello no vive su vida,
y por ello no crea, ni fecunda, ni hinche su destino.
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